Mi perro Timoty

Mi perro Timoty

La finalidad de los relatos semanales aquí presentados son de análisis y reflexión para nuestros estudiantes. Por tal razón, todo el contenido de los textos es ficticio y cualquier parecido con la realidad es coincidencia.

 

Mi perro Timoty

Por: Freddy A. Salazar

Las buenas y las malas acciones determinan la calidad de cada ser humano.

 

Tendría tan solo 6 años cuando mis padres me sorprendieron con Timoty, un hermoso cachorro de raza Beagle. Tan pronto lo vi me enamoré de él, no hubo un solo momento en el que no jugáramos por toda la casa, y al final del día, cuando nuestras fuerzas y el sueño nos vencían, él se quedaba echado junto a mi cama.

Cuando me iba al colegio se quedaba muy triste y me miraba partir desde la ventana de mi habitación y cuando regresaba, él ya estaba esperándome en la puerta de la casa, sus ojos se iluminaban y no paraba de ladrar hasta que con mis manos lo llenaba de caricias. Fueron los momentos más felices de toda mi niñez.

Un día pude oír a mi madre diciéndole a papá que estaba cansada de limpiar el popo del perro, él jamás aprendió a hacerlo en algún lugar específico de la casa, y, esto fue lo que sin duda alguna provocó el desastre.

Mi padre vio la opción más fácil de todas y lo oí claramente decir: – A partir de mañana ya no tendremos este problema, simplemente lo tiraremos a la calle. No había acabado de decir esto cuando me abalancé llorando sobre él, suplicándole que no echara a mi perrito a la calle, era mi mejor amigo y no quería que sufriera de frío y hambre.

Me abrazó y me tranquilizó diciéndome que eso no iba a suceder y que Timoty seguiría en nuestra casa, tan pronto me lo dijo, limpié las lágrimas de mi rostro y me dirigí con mi amigo de cuatro patas a mi cama. Esa noche, a diferencia de las demás, dejé que se quedara junto a mí en la cama, lo abracé y lo besé y ante tanta conexión soñé toda la noche jugando con él.

A la mañana siguiente bajamos a desayunar juntos, y a diferencia de muchos otros días, ese día no me quiso acompañar a la puerta, supuse que estaría enfermo y no lo quise obligar, al fin y al cabo cuando llegara del colegio volvería a estar a su lado para cuidar nuevamente de él.

En el colegio, por alguna extraña razón no pude dejar de pensar en mi perro, así que cuando regresé corrí a toda prisa hacia la puerta de mi casa esperando encontrarlo, pero al abrir y no hallarlo supe que algo malo había pasado. Corrí como loco por toda la casa gritando su nombre pero no lo hallé en ningún rincón, mientras todo esto sucedía mis lágrimas no paraban de rodar y sentía un inmenso dolor en mi corazón como nunca lo había sentido antes ni lo sentiré jamás. Le grite a mi mamá que a donde lo había llevado, pero ella solo me respondió que mi padre me lo explicaría más tarde.

Me senté en el sofá y esperé largas horas hasta que por fin mi padre entró por la puerta. De nuevo el llanto se apoderó de mí y de nuevo, como el día anterior, me volví a abalanzar sobre él para preguntarle por mi perro. Él me abrazó fuerte y me dijo:

– Desde ahora debes aprender que en la vida vas a tener muchas pérdidas y es mejor que te acostumbres a ellas, de lo contrario vas a sufrir mucho. Timoty nunca se adaptó a nuestra casa y lo he dejado a varios kilómetros de aquí, tengo la esperanza de que alguna persona lo encuentre y lo lleve a su casa, pero no puedo permitir que bajo este techo conviva alguien que no se comporte.

Desde aquel día hasta hoy ya han pasado más de 15 años, estoy a mitad de mi carrera, pero no he dejado de pensar nunca en Timoty, no es difícil de imaginar que jamás volví a ser el mismo con mi padre, hay personas buenas como él que con acciones como esas terminan siendo malas personas y esa es la razón por la que a diario vemos a cientos, o quizás miles de mascotas maltratadas en la calle.

 

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Artículo: ZEN