En un país en donde no hemos podido vivir NUNCA en paz es difícil imaginar lo que esto significa. Por eso quise hacer esta fábula con la interpretación de lo que algunos pueden considerar lo que significa vivir en paz.
Vivir en paz
Por: Freddy A. Salazar
El zorro le dijo a la gallina:
– Es mi naturaleza y aunque luchara por no hacerlo terminaría comiéndote, pero también es sabido por todos que soy compasivo y por esta razón te propongo un trato, por cada gallina que me traigas, te perdono un día de vida.
La gallina mirando al suelo acepto aquel trato, iba a ser un trabajo fácil ya que en aquel gallinero habitaban miles y miles de gallinas.
Desde el siguiente día y al menos durante un año, la gallina logró con disculpas hacer que una nueva amiga la acompañara. Tan pronto llegaba al punto fijado por el zorro, este se abalanzaba sobre su presa y en muy pocos minutos la devoraba totalmente, luego se ponía de pie, le agradecía a su amiga y la despedía con un fuerte abrazo.
Un día, por casualidad, uno de los gallos encargados de cuidar a las gallinas, le pareció sospechoso ver alejarse a dos de ellas, así que decidió seguirlas y como es de suponer la sorpresa fue grande.
De inmediato dio aviso a todos y pronto se encontraban enjuiciando a aquella gallina. Primero comenzaron a hablar los huérfanos de todas aquellas madres desaparecidas y por último, la propia gallina, quien aceptó todos los cargos.
El juez, que era el gallo más viejo, golpeo con su maso dos veces sobre la mesa y dijo:
– No queda duda de que eres la más malvada de todas las gallinas de este corral, te uniste a nuestro más acérrimo enemigo y a diario le entregaste a un miembro de nuestra familia. Por esa razón no me queda más remedio que sentenciarte a….
– Pido la palabra señor juez, se oyó una voz desde el fondo de aquella improvisada corte.
Al voltear, todas las gallinas y gallos alojados en aquel sitio no podían creer lo que sus ojos veían, pues no era ni más ni menos que el propio zorro. Hubo un silencio total, y, el juez, con la calma que suelen tener los ancianos le dijo:
– Antes de pronunciar mi veredicto tienes derecho a hablar.
– Gracias su señoría, replicó el zorro, quiero decirles, que esta gallina a quienes todos juzgan hoy, no es más que una víctima, sí, una víctima que ha defendido ante mí su derecho a la vida, alguien que se negó a morir y dejar a sus pobres hijos solos y desamparados.
Después de una alargada pausa, en la que muchos de los presentes asentían con su cabeza, el zorro continuó:
– ¿Va a ser usted señor juez quien decida quitarle la vida a esta pobre gallina?, o ¿se sienten ustedes capaces de lastimar a una pobre madre que solo pensaba en sus hijos?, si lo hacen, no van a ser ustedes mejores animales que yo.
– Debe vivir, gritó una gallina, – Si es verdad, debe vivir, comenzaron a gritar todas las gallinas en aquella corte.
– Silencio, dijo de nuevo el juez. Las sabias palabras de este zorro acaban de salvar de la muerte a esta gallina.
Y ante aquellas palabras proferidas por el juez, la alegría y el júbilo inundaron aquél lugar. Todos sin excepción, gritaban, reían y desde luego, abrazaban a la gallina juzgada, quien lloraba emocionada.
– Además, señor juez, hablo de nuevo el zorro. Es claro que hoy estuvieron a punto de cometer una enorme injusticia y por tal razón quisiera postularme como concejero de este gallinero y poder ayudarles a decidir sobre lo que está bien y está mal, así no volverán a cometer este tipo de errores.
Estas palabras, emocionaron de nuevo al gallinero en pleno, al fin, había llegado el salvador que todos esperaban, ya no se volverían a cometer injusticias en aquel lugar, todos se abalanzaban emocionados sobre él.
– zorro, zorro, zorro, gritaban y vitoreaban al unísono.
El zorro prosiguió:
– Por último, considero prudente hablar de una vez de mis honorarios, porque usted entenderá que si me muero de hambre no podré serles útil. Así que propongo que me sean entregadas dos gallinas diarias, un pago apenas justo para continuar sirviendo a esta comunidad.
– Que sean 3 dijo uno de los hijos de las gallinas muertas, 5 gritó otra voz.
Pero el juez no se iba a dejar llevar por emociones ni por gritos de los presentes, así que dijo en tono fuerte:
– Como lo has dicho, tus palabras nos salvaron de cometer una injusticia, y lo que propones como pago es apenas justo. Por esta razón se te darán dos gallinas diarias y por cada mes de trabajo cumplido se te entregarán 2 gallinas más. HE DICHO.
De nuevo se escucharon gritos de júbilo, y, desde esa noche, en ese único lugar en el mundo, dos especies de animales que habían sido enemigas por tanto tiempo pudieron vivir en paz.